Y para aquéllos que el título de este blog no les sugiera nada, diré que la esquina que conformaba los antiguos Almacenes El Águila (actualmente ocupada por la sucursal de una entidad bancaria) tuvo nombre y carta de naturaleza propia en el argot cofrade y semanasantero malagueño. Aún hoy, los itinerarios de muchas de nuestras hermandades incluyen ese ángulo de casi 90º situado entre las calles de Méndez Núñez y Granada y sigue siendo un interesante enclave para observar las maniobras que realizan los tronos.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Recuerdos en blanco y negro


El reciente comienzo de las actividades académicas me ha hecho recordar el interés que me propuse de subir una entrada, la que sigue. En realidad, el detonante no fue sino un encuentro, ciertamente casual, con una persona meses atrás.
Mi ya insostenible hipoacusia hizo que dirigiera mis pasos hacia un conocido establecimiento especializado en tales menesteres. Al poco de estar en el mismo, la propietaria dijo conocerme; rápidamente, mi disco duro se puso en funcionamiento, pero fue en vano. Ambos repasamos circunstancias y lugares, pensé en una masificada Facultad como lugar probable, pero ella insistía que el conocimiento era más antiguo; hasta que, por fin, dio en la tecla: me recordaba de la remota época de colegial entre los cuatro y siete años de edad. Mi sorpresa fue mayúscula, no había lugar para el error: misma edad, mismos recuerdos del colegio, algunos compañeros y otras menudencias.
La escasa memoria que poseo para nombres y apellidos, al menos, se ve compensada, habitualmente, con recuerdos fisonómicos; pero era claro que esta vez, habiendo transcurrido diez lustros más o menos, la situación no era nada fácil; de niño a adultísimo, era para nota y de sobresaliente para arriba. Tras las risas pertinentes, resalté su extraordinaria memoria visual y esgrimí excusas por no estar a la altura.
El hecho de retroceder al pasado en esas circunstancias, me determinó a plasmar algunos recuerdos de aquella época y no veo mejor ocasión que ahora.
Se llamaba colegio Nuestra Señora de La Paz, ubicado en el antiguo número cien de la calle de la Victoria. Era éste un colegio de los de entonces, nada que ver con los de ahora y me explico. En aquel tiempo no existían guarderías, los niños se criaban en casa hasta los tres o cuatro años de edad y era a esa edad cuando eran escolarizados. El citado colegio lo conformaba un pequeño edificio, al que se accedía tras un largo pasillo y un patio de reducidas dimensiones. Había una clase en la planta baja, relativamente amplia y luminosa en la que, adosadas a la pared y en forma de U, se disponían un gran número de sillas multicolores, apretujadas entre sí, y en el interior de la estancia, a modo de teatro, filas de otros tantos asientos. La asignación de los mismos no era arbitraria, sino que respondía a un orden lógico establecido, de acuerdo a los diferentes niveles de los alumnos. Coexistían en ese escaso rectángulo un buen número de infantes de ambos sexos, cuyas edades oscilaban entre los cuatro y los siete años. Aún hoy, al recordarlo, me sorprende que las diferentes necesidades educativas se resolvieran de un modo tan natural; no cabe duda que el mérito residía en las dos maravillosas personas que estaba al frente de aquella república, donde imperaba la disciplina y el orden. 
Doña Teresa y Doña Anita, hermanas y maestras ambas, con una clara vocación pedagógica. La primera solía encargarse de los más pequeños y siempre ocupaba el sillón detrás de una inmensa mesa de despacho, atestada de libros y libretas. A ese sanctasanctórum, con alta tarima, había que subir para recitar,a viva voz y de carrerilla, la lección o para entregar los dictados o cuentas. La mayor parte de las tareas se realizaban en casa, por lo que la estancia en clase quedaba básicamente reservada a las explicaciones, correcciones y demostraciones del saber en la pizarra pintada en la pared. La decoración del aula magna se remitía al todopoderoso crucifijo, los ajados mapas y las consabidas fotos, en blanco y negro por supuesto, alusivas al régimen.
Al piso superior se accedía mediante una estrecha escalera de caracol realizada en mampostería. Allí se ubicaba otra sala de las mismas dimensiones que la de la planta baja. La disposición de las mesas y bancos, corridos en varias filas y en sentido longitudinal, asemejaba el refectorium de un convento en momentos de máxima afluencia. Recuerdo claramente que allí, por las tardes, tomábamos un vaso de leche en polvo en vasos de plástico multicolores y de bordes mordisqueados. Tan sólo uno no respondía a ese esquema: era el vaso dorado, que asemejaba un diminuto almirez. Que te correspondiera, era meramente fruto del azar en la distribución, y todos, sin excepción, lo queríamos. Solamente una vez, la suerte me fue propicia.
De cuando en cuando, veíamos subir dificultosamente por la escalera a un hombre fornido con un gran saco a la espalda con la leche en polvo, que contituía nuestra merienda. El recreo, compartido por todos, se desarrollaba en el exiguo patio de la entrada; bastaba una breve carrera infantil para abarcar sus límites. El cemento gris del piso y las luminosas paredes encaladas con unas cuantas macetas colgadas lo conformaban; lo demás lo suplía nuestra imaginación.
Aquel diminuto centro escolar daba mucho de sí. Previo a la Semana Santa, todos los alumnos representábamos un papel en la puesta en escena de la Pasión, tan sencilla como conseguida; lo mismo sucedía con la Navidad. Sigue maravillándome cómo, con tan escasos medios y rudimentarios métodos,  las dos maestras conseguían obtener unos mas que aceptables resultados a todos los niveles formativos. Disciplina, orden, respeto, esfuerzo, todo ello adobado con cariño, constituían  la fórmula mágica. 
Con la Primera Comunión,( entonces el "uso de razón" se adquiría a los siete años) , se acababa esa etapa escolar y debíamos abandonar el colegio para continuar estudios en otros centros. Sin duda, recuerdo con cariño esa experiencia y tengo la fortuna de conservar amigos de aquella época.

martes, 27 de agosto de 2013

Reflexiones caniculares IV






Otro agosto que empieza a tocar a su fin, y a una velocidad que, a la mayoría, se nos antoja vertiginosa. El noveno mes del año, séptimo en el calendario romano, nos espera a la vuelta de la esquina con cambios sustanciales; por primera providencia, el verano irá, lenta y perceptiblemente, abandonándonos para hacernos cambiar el vigésimoprimer día de estación, diferente según en el hemisferio donde nos encontremos. Sin embargo, desde que tengo uso de razón, he oído hablar de septiembre como un mes excelente para disfrutar del período vacacional. Destinos menos abarrotados, precios más asequibles, temperaturas más llevaderas, entre otros factores, le confieren su atractivo. Claro es, que existe un gran pero: el comienzo del curso académico, con lo que ello conlleva.
Confieso que nunca comprenderé la tremenda alegría que causa a muchos progenitores cuando ven el famoso slogan de " la vuelta al cole ". Tal parece como que los niños, sus niños, les molestasen o les viniesen largo. Aún recuerdo el agua de levante que producía el citado anuncio en mis hijos escolares y sus padres se solidarizaban plenamente  con ellos; hoy en día el sentimiento es el mismo, lo único que ha cambiado es que ellos ahora son los docentes.
Dejando a un lado las consideraciones personales, septiembre veraneante puede brindar otros problemas de índole menor. Muy posiblemente desees comprar una sombrilla de playa en una gran superficie y te encuentres que ya han retirado la seccion de los artículos que necesitas. El expositor de bañadores, cuando no es inexistente, es famélico. "No, no. A estas alturas, ya no recibimos género de verano". Y a ti , con cara de pocos amigos, se te salen las ganas de decirle al dependiente que te vas a las Seychelles.
No deja de ser curioso que, en un mundo cada vez más globalizado, se produzca un fenómeno, cuando menos, chocante. Puedo comprender cómo  funciona, a grandes rasgos, el universo de la moda, los catálogos de temporada, etc., y que el planeta parece querer girar cada vez más deprisa, pero de ahí a que pretendan que compremos prendas de abrigo cuando aún estamos sudando a chorros, o lo contrario, es un pasón. Aunque la sana y deseable costumbre de viajar ha caído sobremanera, por razones obvias (¡ y es lástima, ahora que le estábamos tomando el gusto a ser cuidadanos del mundo!), a cualquiera en verano le puede surgir la ocasión de visitar Alaska, buscando el fresquito, y hete aquí que no le será fácil encontrar las prendas idóneas para tal fin. Sí, ya se que alguno dirá que hay comercios especializados y que patatín, patatán; pero, convendrán conmigo en que nos imponen vivir de un modo extremadamente acelerado y normalizado en un mundo que ha acortado las distancias, hasta tal extremo que, en pocas horas, podemos trasladarnos a cualquier punto del hemisferio sur donde, en vez de iniciar el otoño, será la primavera la que comience. Siempre quedará el recurso de irse con lo puesto y salir de compras en el lugar de destino.

viernes, 23 de agosto de 2013

Gibraltar o La montaña de Tariq







Al igual que las bicicletas, las serpientes  son para el verano. De serpiente de verano ha catalogado recientemente un político el asunto de Gibraltar y pienso que se ha pasado varios pueblos y de la raya, o de la línea, como Vds. prefieran. El tema no es baladí, y mucho menos inventado, para distraer a la opinión pública, pues hay razones de peso que lo avalan; y, si no, que se lo digan a los inanimados, pero reales bloques de hormigón. Una cosa es cierta, el problema es recurrente y, como si se tratase de una recidiva, cada vez aflora con mayor virulencia. ¡Qué ajenos estarán los restos, orientados hacia la Meca, del célebre caudillo beréber Tariq sobre los problemas que iba a ocasionar " su " montaña Jabal Táriq! Que, bajo las órdenes de Musa, atravesó el estrecho en una primera incursión al frente de cuatrocientos hombres parece indudable, así como que recibió un contingente posterior de siete mil para acometer la tarea impuesta desde Damasco. Algo descabellada, aunque no imposible, es la tesis de una historiografía alternativa, ampliamente rechazada en círculos académicos, de que el tal Tariq no era otro que un visigodo renegado; ello lo fundamentan en que un apellido acabado en -ic es más propio de lengua germánica. Baste recordar nombres visigodos como Alarico, Eurico o Roderico (como su también célebre opositor Don Rodrigo). Así pues, tenemos al " Pegador " traducción de su nombre en árabe o al " hijo de Tar " , si creemos en su improbable ascendencia visigoda. Y, para cerrar un capítulo de la historia lejana, hemos de decir que el futuro de Europa y, por ende, el presente hubiera sido otro si el caudillo franco Carlos Martel no hubiera frenado cerca de Poitiers a los invasores en el año 732. Acercándonos en el tiempo, no será hasta 1309 cuando Fernando IV de Castilla sitie y tome Gibraltar; por su parte, los nazaries granadinos logran reconquistarla en 1411, para volver finalmente a manos castellanas en 1462. Estos vaivenes y cambios de mano fueron moneda corriente en el transcurso de toda la reconquista y, de manera especial, en las últimas fases de la misma en el sur de la península. Y en manos españolas seguirá Gibraltar hasta la Guerra de Sucesión española, consecuencia de la muerte sin heredero de Carlos II, el Hechizado. Este hecho provocará una lucha de intereses dinásticos entre España-Francia, aliadas, y Gran Bretaña, apoyada por Holanda. Conocedores los británicos de la importancia estratégica de la plaza en cuestión, intentarán, sin éxito, tomar Cádiz en 1702. Dos años más tarde, una flota angloneerlandesa de 61 buques de guerra aparejados con 4000 cañones, 9000 infantes y 25.000 marineros se dirige hacia un Gibraltar de una población de 5000 habitantes, una guarnición de 100 soldados y 100 cañones. Un peñón fortaleza, considerado inexpugnable, que contaba con unas murallas en precario estado, apenas reforzadas desde los tiempos del emperador Carlos V, y una artillería anticuada. El resultado no podía ser otro que el que fue.  Un par de semanas más tarde, una flota francesa intentaría recuperar la plaza sin éxito, tras trece horas de batalla naval (denominada de Málaga) . Empezaba a producirse el ocaso del imperio donde no se ponía el sol; la hegemonia española,detentada desde principios del siglo XVI, iniciaba su declive y el Tratado de Utrech(1713) reordenó el mapa politico europeo y las posesiones ultramarinas. Inglaterra era claramente la vencedora y Francia y España, las derrotadas. Para mayor oprobio patriótico también la isla de Menorca estaba bajo bandera británica, en virtud de la ratificación de los tratados de Sevilla (1729) y París (1763). Por suerte, tras un largo asedio, Menorca fue tomada en 1782; no sucedió así con Gibraltar, pese a que todo se puso a contribución: ingenios militares y navales desarrollados ex profeso y estrategas del momento se dieron de bruces con la Roca. Y,así desde 1704 hasta nuestros días, ondea la Unión Jack en un trozo pequeño, pero no menos importante, de nuestra nación o lo que resta de ella. Es sabido que no nos queda nada de lo que fuimos, pero es que es más importante el asunto de la integridad territorial que el de la pérdida de unas colonias, que, a fin de cuentas, era solo éso: colonias. Simplemente hay que imaginar que los blancos acantilados de Dover fueran españoles, por un suponer. ¿Cómo se les quedaría el cuerpo a los gentlemen de la City y a las misses del tea party? Pues nosotros no lo llevamos mejor, a pesar del tiempo transcurrido; por mucho bombín que se pongan hay algo que es claro, siempre fueron piratas, con patente de corso, y lo siguen siendo y, si alguien lo duda, visiten sus museos o, mejor, dénse una vuelta por las Malvinas. No corren tiempos de colonias ni protectorados, quedó atrás ese período de la historia. Conflictos de esta naturaleza han de evitarse, en aras de eliminar innecesarias tensiones desestabilizadoras. Es cierto que, a lo largo de la historia, todas las naciones (sálvese quien pueda) de esplendoroso pasado, han cometido tropelías y humillaciones; el problema es que algunas de ellas, entre éstas " la Angle terre " sigue empeñada en mantener posturas decimonónicas. Y no contenta con ello, arroja elementos de peso con el fin de ensanchar la tierra que pisa su bota, contraviniendo, sin el menor rubor y con el mayor descaro leyes y convenios internacionales. Mucho me temo que, así como nunca devolverán los mármoles que Lord Elgin sustrajo del Partenón, tampoco cederán un ápice sobre su soberanía en esa lengua de tierra con promontorio incluido. Y lo que es peor, la falta de co..raje y empeño diplomático necesario, hacen el resto.

jueves, 15 de agosto de 2013

Reflexiones canículares III


Existen pocas cosas tan presentes en el devenir del hombre como la moda. Desde las cavernas hasta nuestros días el ser humano ha impuesto y se ha dejado llevar por la moda, y ésta se instaura en nuestras vidas para convertirse en costumbre.
Este verano vengo asistiendo a una moda nueva, al menos para mí: las casas playeras. Si hasta hace poco la costumbre era "irse de casa rural", ahora le toca el turno a la "casa de playa". No sin sorpresa, he podido observar,  de primera mano, cómo grupos de jóvenes han decidido alquilar por semanas buenos chalets de nuestra costa para montarse sus encuentros lúdicofestivos y además por una copla, que ya se sabe que la situación económica no está muy boyante, incluida para los arrendatarios. Éstos últimos, en su afán de alquilar, se ponen en manos de empresas que se encargan de ello, pero es que no es lo mismo que se meta por la puerta una familia, o dos, de diez miembros a que lo haga una trupe  juvenil, o no tanto, de número indeterminado con montaje añadido de tiendas de campaña en el jardín. Me temo que más de un propietario solo tendrá conocimiento de ello cuando ya sea demasiado tarde y ,posiblemente, el alcance de los desaguisados supere con creces el importe de la obligada fianza.
Hasta aquí todo puede parecer normal, pero la relativa novedad de la moda no acaba con esto. Llama poderosamente la atención que tales tribus básicamente  la constituyan individuos del mismo sexo, varones en los casos observados. Nada de orgías ni bacanales (al menos heterosexuales); se ve que ese contacto queda reservado a los smartphones y al todopoderoso whatsapp. Mucha música cañera, consolas de videojuegos, mucha playa, piscina  y toalla y horarios totalmente alterados, ése es el denominador común. Nada de quinceañeros, que son mediopadres algunos en edad de estar incluso separados, lo que quizá explique tan insólitas reuniones de jefes indios.


miércoles, 31 de julio de 2013

Reflexiones canículares II

Finiquitamos en este día el mes de Julio que, tal y como preveía en la entrada anterior en cuanto a catástrofes, nos dejó sumidos en el dolor por la tragedia del accidente de Santiago. Esperemos que el mes que mañana da comienzo nos depare, por contra, sorpresas  agradables. Si julio fue el mes consagrado y dedicado al primer César, agosto fue instituido por su sobrino Octavio Augusto, que no quiso ser menos, hasta el punto de configurarlo con el mismo número de días y como el mes soberano.
Agosto define pues, por antonomasia, el mes de vacaciones. Estadísticamente es cuando más personas hacen uso del periodo de ocio y asueto anual; es, por tanto, agosto el mes que, a priori, más personas se sienten " a gusto ". Todos aquellos que tienen la suerte de poder trabajar, esperan con afán desmedido la llegada de esos días para liberarse del reloj y el estrés cotidiano y zambullirse de lleno en actividades frenéticas o de relax acordes a sus inquietudes y deseos. Sin embargo, y si seguimos haciendo caso a las estadísticas, es el mes en el que se producen más separaciones, divorcios y rupturas amorosas, lo que no deja de ser curioso. Todo apunta a que una convivencia excesiva, distinta a la monotonía del resto del año, crea más fricciones y altercados en el ámbito familiar.
El calor y los atascos en carreteras son malos consejeros matrimoniales; todo el mundo entra en la vorágine de exprimir con ansia el, siempre escaso, número de días de vacaciones.
Así pues, relajemonos a la temperatura ideal, como dijo aquél, ni frío ni calor, una buena sombra que minimice los potenciales riesgos de los rayos solares, disfrutando de manjares y bebidas preferidas y siendo conscientes de que, cuando el señor invierno llegue, echaremos de menos esas placenteras sensaciones.

Carpe diem

viernes, 5 de julio de 2013

Reflexiones caniculares



Estrenamos mes. Un mes cuasi divino, como lo fuera aquél primer César en cuyo honor se consagró. El primer mes de verano tal y como lo entendemos tradicionalmente. Un verano, posiblemente, no tan tórrido como era de esperar, pero que, sin duda, viene cargado de sorpresas.
 Para obertura, la derrota de la mal llamada "roja"; en verdad, nos habíamos acostumbrado a sus triunfos y nos sabe mal, incluso a quienes no nos gusta el balompié. No deja de ser curioso que la gente joven piense que    nuestros colores siempre han sido victoriosos en tiempos pasados; nada más lejos, no en balde hemos sido doblegados por el mejor fútbol de siempre.
La primera Copa Davis que España ganó, hace décadas, abrió la caja de los truenos y los éxitos deportivos comenzaron a aflorar, lenta pero inexorablemente, y hoy, afortunadamente, disfrutamos viendo tenis, motociclismo, automovilismo, golf, ciclismo y otras disciplinas.
Dejando a un lado el circo que entretiene y adormece realidades más crudas, a buen seguro, y, por desgracia, en estos treinta y un días que abordamos, los informativos se harán eco de alguna tragedia o catástrofe cercana o remota. Los meses de verano son muy dados a ello y no es fruto de la casualidad. Los innumerables desplazamientos humanos contribuyen de manera clara; asimismo, el ambiente caluroso contagia las mentes y las desestabiliza, provocando incendios, cometiendo crímenes atroces o sufriendo accidentes de mayor o menor alcance. Obsérvese, si no, la elevada tasa de violencia que toca en suerte al período estival.
Pese a todo, tenemos la suerte de contar con " papá Estado ", que, para evitar que se nos reblandezcan los sesos (hoy decimos golpe de calor) nos instruye debidamente, recomendando ingerir líquidos, cubrirnos la testa, ponernos a la sombra y evitar, si es posible, las horas más feroces del astro rey.
Y digo yo, que para consejos de perogrullo no necesitamos esas alforjas; más valdría que el esfuerzo de esas campañas de la lógica, lo tradujeran en instalar un buen número de fuentes públicas de agua potable y fresquita, diseminadas estratégicamente a fin de remojar el cogote y el gaznate de los viandantes que, por un motivo u otro, en ese momento se ven obligados a transitar bajo un sol de justicia.
Las sucesivas (demasiadas) leyes y reformas educativas que este sufrido país ha venido soportando estoicamente,  han conseguido un objetivo claramente marcado: un adocenamiento a la baja, un mayor grado de incultura y café para todos, aunque a muchos no les guste esta bebida.  Está claro que  a quienes nos gobiernan sólo les interesa que la masa municipal y espesa siga adormecida, tratándonos como tontos de remate. De deberes, obligaciones y esfuerzos no conviene hablar, suena a fascismo. Lo políticamente correcto son los mensajes que enarbolen derechos y más derechos, que la mayoría de las veces se quedan en la letra impresa, pero así nos tienen engañados cual tiernos infantes.
Hace tiempo que empecé a cansarme de la bazofia política que nos domina, pese a ser una persona tremendamente optimista. Hoy, después de muchos días de no tocar el blog, subo estas deslavazadas reflexiones alejadas del tono habitual que lo anima,  porque no estoy  de ánimo para otra cosa. Podría seguir volcando decenas de pensamientos, pero me resulta cansado, no merece la pena y además es contagioso.


lunes, 27 de mayo de 2013

¿ Cada 200 años ?

     Acabo de leer una noticia en el diario "La Voz de Galicia" en la que un canal francés (Meteo) pronostica que en 2013 " el oeste de Europa sufrirá unos meses estivales con frío y lluvias, el peor verano que se recuerda desde 1816". ¡Ya es mala suerte, si se cumple la predicción !  Y no parece que sea un hecho casual, los científicos aportan elementos que justifican tales fenómenos. 
     A mí, entre otras consideraciones, me ha llamado la atención que casi median 200 años, casi 40 lustros, entre  el último registro, 1816, y el año en que nos encontramos. Esta circunstancia, sin duda, me recuerda algo también curioso; otro tipo de fenomenología bien distinta y más terrible, que nos visita también a intervalos parecidos. Me refiero concretamente a los seísmos y a nuestra provincia de Málaga.
    No pretendo en modo alguno ser agorero ni mucho menos meter miedo a nadie. Tan sólo me limitaré a exponer una serie de sucesos acontecidos, que, de manera directa o indirecta, afectaron a nuestra ciudad, a la provincia y, por extensión, a la región andaluza.

     Hagamos un poco de historia, retrocedamos en el tiempo. 26 de Enero de 1494, han transcurrido cinco años de la toma de Málaga por los ejércitos cristianos. La tierra tiembla, sembrando el terror en la población, la mayor parte de las casas se destruyeron y las torres y las murallas de la ciudad sufrieron grandes daños. Se conserva la documentación de la época en la que el Corregidor pone en conocimiento de los monarcas el triste suceso; por esta razón, los reyes Católicos deciden prolongar la franquicia de impuestos a la ciudad por dos años más para contribuir a reparar los efectos del seísmo, que tuvo como epicentro Málaga con una intensidad VIII en la escala EMS-98.

     1680, 9 de Octubre 07,15 hs., de la mañana. Un terrible seísmo, que tuvo como epicentro la Sierra de Aguas, entre las localidades de Álora y Carratraca, asola Málaga. Su intensidad  9, en una escala de 10. Fue uno de los más destructivos de España y se llegó a sentir en Madrid. El estudio de una especialista, la doctora Tatiana Goded le asigna una profundidad media de 40 kilómetros. El 20% de las casas de Málaga capital quedaron destruidas y un 30% inhabitables. Murieron setenta personas y resultaron heridas más de 250.
     Este terremoto fue ampliamente descrito en el informe que la Ciudad remitió al rey Carlos II y decía así:

"Miércoles nueve de octubre, día de San Dionisio Areopagita, a las siete y cuarto de la mañana se experimentó en Málaga un temblor de tierra con tan extraordinarios movimientos, que todos los edificios parecían cañas, combatidas de recios y encontrados vientos, sin que hubiere fábrica tan firme que resistirse a su violencia pues del quicio, y abrió lo más grueso de las murallas, y en el breve tiempo que se pudiera rezar un credo, fue tan grande y tan general el estrago, que de las seis partes de casas que compone esta ciudad, están las cinco asoladas e inhabitables, y las demás desplomadas que continúa el susto."

     De todos los edificios, se sabe, que solo la catedral no sufrió daños. En el mar, los marinos a bordo de los barcos temieron por sus vidas por el maremoto que provocó, y afirmaron que hasta los peces fueron expulsados del mar hacia la tierra. Siguiendo con el magnífico e interesante estudio de la doctora Goded," la información es tan detallada que ha sido posible analizar los daños en cada una de las cuatro parroquias en que estaba dividida la ciudad (San Juan, santos Mártires, Sagrario y Santiago), así como los daños producidos en 36 monumentos de la ciudad". Este seísmo, de considerables proporciones, pasará a la historia como el Terremoto de Málaga de 1680.

    1884, 25 de diciembre, Arenas del Rey, localidad de Granada, fue el epicentro de un seísmo de 10 segundos de duración. El temblor tuvo una magnitud cercana a los 6,5  grados en la escala de Richter, su origen alrededor de los 40 kilómetros bajo tierra. En aquella ocasión el número de víctimas mortales rondó el número de 1000 y aproximadamente el doble de heridos. Se le conoce como el gran Terremoto de Andalucía, que alcanzó una expansión de 120 x 70 Km cuadrados, afectando a unos cien núcleos urbanos de Granada y Málaga.
    Nuevamente merece la pena recurrir a las palabras más autorizadas para hacerse una idea de lo sucedido: "...además del desprendimiento de rocas, causado por el temblor hay que sumar los deslizamientos de los estratos superiores del terreno...(que) fueron acompañados de la formación de numerosas grietas. A la sacudida más importante le siguieron varias sacudidas más en los días posteriores, alguna de cierta intensidad, esto hizo que la gente se echara a la calle, y el que se quedaba en su casa lo hacía con las puertas abiertas, a pesar del intenso frío. Dadas las comunicaciones existentes en aquella época y la ubicación de los pueblos, hasta el día 27 de ese mes no se conoció con exactitud el daño sufrido. Ese mismo día, la Diputación Provincial envió una comisión informativa que recogió lo ocurrido. El día 29 de diciembre, el periódico "El Defensor de Granada" pidió auxilio en prensa nacional, pero como aún no se había extendido la noticia, la alarma fue interpretada en Madrid como una exageración andaluza, por lo que la ayuda siguió retrasándose. Durante los 3 o 4 días siguientes al terremoto cada familia tuvo que subsistir con sus escasos medios, con lo que murieron más personas de las provocadas por el terremoto en sí. Además, a los pocos días sobrevino una de las mayores nevadas que se recuerda en España, empeorando la situación".

   Quienes lean ésto, comprenderán que pase por alto lo de la "exageración andaluza" porque ello contribuiría a que a más de uno se le revuelvan las tripas más de lo debido.

     El 28 de Febrero de 2011, el Presidente del Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), Luis Suárez, advertía en prensa escrita que aunque España no vive un momento "especialmente intenso en seísmos", un terremoto destructivo podría llegar "próximamente, en un futuro no muy lejano", parecido al vivido en 1884. "Hoy todavía no disponemos de instrumentos para saber con precisión cuando se va originar un terremoto, por eso se recurre la estadística histórica". Continuaba señalando a Europa Press que las zonas de mayor riesgo se concentran en Andalucía y Murcia, sin olvidar el terremoto de Torrevieja (Alicante) de 1829, que tuvo una intensidad de 6,9 grados y dejó 400 muertos.
La explicación es clara: el sur de la península Ibérica se encuentra sobre un área de subducción entre la placa Euroasiática y la Africana, estando en medio la placa del Mar de Alborán, concentrando el mayor índice de terremotos. "Casi todos los días se registran microterremotos en el sur peninsular pero ninguna relevante, ya que no suelen superar los 4 grados en la escala Richter". Y yo, profano en la materia, añado que afortunadamente, porque ello posibilita liberaciones paulatinas, y sin consecuencias, de energía destructiva. No obstante, queda claro que no es suficiente, que periódicamente esa actividad sísmica se incrementa y da lugar a la catástrofe.
     ¡Qué poco erró el Presidente del ICOG! Sus palabras fueron premonitorias, la estadística, que todo papel soporta, se cumplía apenas tres meses más tarde: 11 de mayo de 2011 , Lorca, Murcia. Un primer seísmo, de 4,5 fue seguido de otro de 5,1 casi dos horas más tarde. Su especial virulencia no fue debido tanto a sus magnitudes, sino a su escaso y poco frecuente hipocentro, profundidad de origen, tan sólo a 1000 metros bajo tierra. Su extremada superficialidad fue la principal causante de la devastación que arrasó Lorca. 
      El seísmo se dejó sentir en todo el sureste peninsular, especialmente en la región de Murcia, sin embargo Almería, Albacete, Granada, Jaén, Málaga, Alicante, Ciudad Real y algunas zonas de la ciudad de Madrid, donde el tipo de suelo amplifica los movimientos en ciertos barrios, también fueron testigos de excepción del fenómeno.
     Mucho se ha escrito sobre este reciente y triste suceso, pero parecen ponerse de acuerdo los sismólogos en que el terremoto fue resultado directo de una falla de desgarre cercana a otra falla mayor, la de Alhama de Murcia.
   Cabe hacerse la siguiente pregunta ¿podemos, a grandes rasgos, contar con otro buen puñado de años de relativa tranquilidad en el sureste peninsular, tomando el terremoto de Lorca como punto de arranque cronológico u otro gran seísmo está por llegar? Por otra parte, los sismólogos y vulcanólogos indican que los temblores y fenómenos de la isla canaria del Hierro no parecen tener relación alguna, la ubicación y causas son bien distintas. 

    De los terremotos registrados y que afectaron a Málaga, uno de ellos, el de 1884, nos dejó un recuerdo imborrable para propios y extraños. El famoso obelisco de piedra, que se alza en el centro de nuestra famosa Plaza de la Merced, tiene ligeramente desplazado, como consecuencia del temblor, el bloque superior. Y, curiosamente, pese a las posteriores restauraciones que ha experimentado desde entonces, se ha respetado la anomalía sufrida. Ojalá sirviera como talismán protector, porque ¿realmente estamos seguros?





                                                      Mapa de peligrosidad sísmica  
                                               





                                                       Obelisco Pza. de la Merced (Málaga)











viernes, 17 de mayo de 2013

Alguna luz sobre nuestra Farola





     Desde tiempos remotos, los faros han guiado a los navegantes en sus travesías cercanas a la costa. Actualmente, pese a las nuevas tecnologías como el radar y el GPS, siguen siendo importantes puntos de referencia para el tráfico marítimo.
    Al margen de su concepto claramente utilitarista, los faros constituyen elementos distintivos entre sí en lo tocante a un lenguaje que a los profanos en la materia no nos dice nada, pero que los marinos saben interpretar y así quedan reflejados en las cartas naúticas. Por razones lógicas, se encuentran todos ellos ubicados en enclaves especiales de la topografía costera y, me atrevería a decir, que dichas localizaciones han experimentado pocos cambios a lo largo de la historia de la navegación. Los hay cuyo objetivo, amén de situar siempre una posición concreta,  es remarcar lugares de especial riesgo y así se encuentran diseminados a lo largo y ancho de toda la geografía.
    La particular situación de Málaga, por su proximidad al estrecho de Gibraltar, siempre ha representado una importante referencia marítima para los navegantes a través de todos los tiempos. Del mismo modo, su amplia bahía con su puerto, constituye un lugar seguro y de refugio ante la eventualidad de temporales, hoy menos inesperados, gracias a unos partes meteorológicos cada vez más sofisticados y precisos.
    De cualquier forma, se tiene constancia de que Málaga siempre ha contado con luminarias que han servido de guía en la negra oscuridad del mar. Si bien todo apunta a que las primitivas señales lumínicas procedían del promontorio natural de Gibralfaro, posteriormente éstas se trasladaron a una posición más baja en el terreno, pero más próxima al mar. Con anterioridad a 1815 existía una grúa de madera de la que pendía un modesto farol; sabemos que, a menudo, el encargado del mantenimiento de dicho fanal, en aras del ahorro del aceite que servía de combustible, lo apagaba con las consiguientes quejas y naturales improperios de los capitanes de embarcaciones. Para remediar tal situación, la Ciudad, de una vez por todas, decidió acometer la construcción de un elemento más seguro y acorde con los nuevos tiempos imperantes. Se encargó a un coruñés, ingeniero de la Armada por más señas,  Joaquín María Pery y Guzmán, la dirección de las obras de edificación de la Farola de Málaga. Dos años (1816-1817)  serían suficientes para la ejecución  del que hoy, sin lugar a dudas, es un elemento con señas de identidad propias. Originalmente, se alimentaba con leña traída de las Atarazanas y su cúpula era de cobre, siendo sustituida ésta posteriormente por el cristal.  
    Pertenece la Farola al tipo de faro de recalada o arribada a puerto marítimo; actualmente, también sirve como ayuda y baliza para el tráfico aéreo y se encuentra a 38 metros sobre el nivel del mar y a 33 metros sobre el suelo. Desde su construcción ha sufrido distintos percances por causas varias; una de ellas, el terremoto que sacudió a la ciudad en 1884, inutilizó su mecanismo, hasta que en 1913 se arregló éste, así como su óptica, quedando definida su característica señal luminosa de 3+1 destellos cada 20 segundos, con un alcance visual de 25 millas naúticas en condiciones óptimas. Una lámpara de 1500 watios, gracias a sus lentes, consigue que el haz de luz salga multiplicado y alcance una potencia superior a los tres millones. Se hace necesario subir 168 escalones para realizar comprobaciones acerca del estado de la lámpara y control de la maquinaria, aunque esas labores se han ido automatizando cada vez más.
    Ha sufrido algunas remodelaciones en su conjunto exterior para hacerle ganar altura (1909 añadido de un piso). El 28 de diciembre de 1911, la portada del periódico “La Unión Ilustrada” la mostró totalmente desmochada a causa de una ola gigante; tal inocentada provocó que más de un lector corriera atónito en dirección al puerto. Importantes sí fueron los daños sufridos durante la guerra civil, debiendo ser reconstruida en 1939. Como detalle curioso, decir que, durante la misma, la Comandancia de Marina, todavía a las órdenes del Gobierno de la República, mandó que se apagara, dado que su silueta podía servir de referencia inequívoca para los ataques aéreos y marítimos del ejército sublevado. Del mismo modo, se decidió pintarla de color tierra con manchas claras y oscuras para contribuir a su camuflaje.
    Por último, cabe señalar que a ningún malagueño, que se tenga por tal, se le ocurriría llamar faro a nuestra farola. Es el único en nuestro territorio peninsular que recibe esa denominación femenina; posiblemente, su peculiar forma menos estilizada y sí más redondeada (cual bata de cola), sea la razón o quizás nuestra habitual tendencia a femineizar todo lo bonito y atractivo de esta tierra nuestra. Al hablar de este tema , es obligado mencionar que existen dos farolas españolas más, cada una en nuestros archipiélagos : “Sa Farola” (La Farola) en Ciudadela, Menorca y “La Farola del Mar” en Santa Cruz de Tenerife, Canarias. Esta última cantada en una célebre isa, que también refleja  la escasez del gas que debió en el pasado impedir, de vez en cuando, su natural lucimiento. (Si esta noche no alumbra…).
    





En el pasado






Vigía de la costa






                                                    Luciendo espléndida en la noche






El photoshop no es nuevo





                                                            `Sa Farola´ Ciudadela (Menorca)





"La Farola del Mar" Sta. Cruz de Tenerife 



                                         


Repertorio de Isas

martes, 7 de mayo de 2013

El fuego de la sinrazón


     11 de mayo de 1931. Aún no ha transcurrido un mes de la proclamación de la II República. En la Regla 3ª del estatuto Jurídico del gobierno Provisional, promulgado el mismo día 14 de abril, y hecho público al día siguiente en el diario oficial, la gaceta de Madrid, se proclamó la libertad de cultos:

    "El Gobierno provisional hace pública su decisión de respetar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el Estado, en momento alguno, pueda pedir al ciudadano revelación de sus convicciones religiosas".

     Así las cosas, el 24 de abril el nuncio apostólico Federico Tedeschini envió un telegrama a todos los obispos en el que les transmitía el "deseo de la Santa Sede de que recomendasen a todos los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de sus diócesis que respetasen los poderes constituídos y obedeciesen a ellos para el mantenimiento del orden y para el bien común".
    El 10 de mayo de 1931 en Madrid empezaron los primeros signos de tensión y enfrentamientos callejeros. El primero en el equipo del Gobierno en adivinar el peligro que se cernía fue Miguel Maura, Ministro de Gobernación, quien comunicó al Presidente Niceto Alcalá Zamora y al Ministro de la Guerra Manuel Azaña haber recibido información, a través de un capitán del ejército, de que algunos jóvenes del Ateneo de Madrid estaban preparándose para quemar edificios religiosos al día siguiente, a lo que Azaña contestó que eran "tonterías" y que, en el supuesto caso, sería una muestra de "justicia inmanente".
     La "justicia inmanente" comenzó en la Residencia de los Jesuitas el 11 de mayo. La casa profesa de esta orden ardía mientras el Gobierno estaba reunido, el cual volvió a desoir las recomendaciones de Maura sobre desplegar a la Guardia Civil. Azaña llegó a manifestar entonces que " todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano", amenazando con dimitir "si hay un solo herido en Madrid por esa estupidez". Más tarde Maura diría que a otro ministro le hizo gracia que fuesen los jesuitas los primeros en pagar "tributo" al "pueblo soberano".Sin duda, la pasividad del gobierno permitió que las turbas quemaran más de una decena de edificios religiosos en Madrid y con ellos desaparecieron obras de arte de incalculable valor. 
     Ésta fue, a grandes rasgos, la chispa que, al día siguiente martes 12 de mayo, como una epidemia marcó a sangre y fuego buena parte del territorio nacional. Mientras  Madrid recuperaba rápidamente la calma, muchas poblaciones del sur y del este experimentaban el odio y el escarnio bajo las llamas voraces de la estulticia y la más absoluta de las barbaries.Los sucesos más graves se produjeron en Málaga. El saldo total, en lo artístico, irreparable e imposible de cuantificar.
    Han corrido ríos de tinta y se han escrito muy buenos y documentados libros al respecto, a los que siempre el lector interesado puede dirigirse, si lo desea. Mi pretensión acaba aquí; a partir de ahora, aunque de manera sintética, hablarán las imágenes y sobrarán las palabras. Un deseo final: que aquellos tristes y vergonzosos sucesos sirvan para que no se vuelvan a repetir.









                                     
                                                     Mapa de las localidades más afectadas











Ejemplo de mofa y escarnio de los milicianos






Interior de templo






                                                                  Iglesia de la Merced






Iglesia de la Merced





                                                                  Palacio Episcopal





                                                                Iglesia de San Juan





Iglesia de Santo Domingo



     Razones muy poderosas y fuertes tenían don Gregorio Marañón, don José Ortega y Gasset y don Ramón Pérez de Ayala que, sin abdicar un ápice de sus ideas republicanas, no tuvieron el menor reparo en escribir y firmar que “ Quemar conventos e iglesias no demuestra verdadero celo republicano, espíritu de avanzada, sino más bien un fetichismo primitivo o criminal”.


lunes, 6 de mayo de 2013

Pietro Mascagni o el problema de conocer el éxito tempranamente


    Seguramente el joven Mascagni hubiera deseado que las cosas hubieran sido de otro modo. Haber tocado el cielo con las manos con su primera ópera, "Cavalleria Rusticana", le dolería hasta su muerte en su habitación del Hotel Plaza en Roma.
     Si le hubieran dado a elegir, es posible que hubiera preferido que su más genial y aclamada ópera se la hubieran inspirado las musas a una edad más avanzada, tras un período inicial de pequeños triunfos y otros tantos fracasos, como fruto de una labor de rodaje y aprendizaje; pero el destino no lo quiso así, con tan sólo 27 años pasó del más completo anonimato a saborear las mieles del éxito. 
     La editorial musical Sonzogno, de Milán, en 1889 le otorgó el premio  del concurso de óperas breves, el cual incluía el estreno de la misma en el Teatro Costanzi de Roma (mayo de 1890). Fue un éxito rotundo, Pietro Mascagni tuvo que salir a saludar treinta y cuatro veces y su fama trascendió todas las fronteras. Con él nacía la ópera verista, un mundo nuevo se abría a sus pies y fueron muchos los compositores contemporáneos que se apresuraron a seguir su senda. Sin embargo, ninguna de sus obras posteriores alcanzaría el brillo de su ópera prima, lo intentó hasta el paroxismo y la veleidosa fortuna lo esquivó. Una importante carrera de director de orquesta le llevaría por toda Europa, (dirigió Don Giovanni de Mozart en el Teatro Real de Madrid) y en todas sus giras intentaba "colocar" sus óperas nuevas, pero ya los aplausos eran fugaces.
    Mascagni, a decir de algunos críticos, perteneció a lo que dan en llamar "one-opera man" (como Leoncavallo con su ópera Pagliacci, entre otros). No obstante su gran valor reside en la influencia que produjo su estilo. Su último gran error fue militar en las filas del fascismo, convirtiéndose en el músico del régimen. Lo pagaría caro con su ostracismo final, al morir solo y marginado, poco después de la guerra, en el citado hotel, por cierto, de escasa categoría.
    De sus 15 óperas/operetas le bastó solo un melodrama de un solo acto, "Cavalleria Rusticana", para pasar a la eternidad musical . De las cien óperas más representadas en el mundo, ésta ocupa el puesto nº 27 y, entre otras muchas ocasiones, se utilizó en la película El Padrino III. Solo el pasaje del "intermezzo" de Cavalleria es de una belleza superlativa.
     Sit tibi terra levis.













                                         




sábado, 4 de mayo de 2013

Acerca de la calle Sancha de Lara

    La historia de una ciudad viene determinada, entre otros muchos aspectos, por sus calles; en ellas tienen lugar los aconteceres cotidianos y, en ocasiones, los extraordinarios, que , con el paso del tiempo, van conformando retazos de la historia particular y concreta de una sociedad.
    Con demasiada frecuencia transitamos por calles muy habituales para nosotros, pero cuyas denominaciones nos resultan en parte o absolutamente desconocidas. Tener acceso al origen o causa de los nombres del callejero, en muchas ocasiones, ayuda a profundizar en la historia local de Málaga y de los que han sido sus moradores. Qué duda cabe que resulta muy difícil, por no decir imposible, tener conocimiento de la totalidad de los nombres de las calles y de su ubicación, máxime con el amplio desarrollo que nuestra ciudad ha experimentado en las últimas décadas; sin embargo, quisiera en esta ocasión inaugurar un modesto capítulo, que, de cuando en cuando, trate sobre aspectos de nuestro callejero urbano. Aclararé que, salvo excepciones, deberé ceñirme a las calles más antiguas y de raigambre o, si se quiere, más denominadas céntricas, que son las que, a menudo, atesoran interesantes capítulos del devenir malacitano y de sus gentes.
    De todos es sabido que los motivos y razones para dar nombre a una calle o avenida pueden ser varios y que, en ocasiones (las más), experimentan cambios en sus denominaciones; posiblemente la razón principal de esas modificaciones o sustituciones se ha debido casi siempre a los fluctuantes signos políticos, frecuentemente poco o nada respetuosos con la historia y los sentimientos. En realidad, nada nuevo, ya lo practicaban los antiguos egipcios eliminando a golpe de cincel los nombres de aquellos que habían fenecido o caído en desgracia. La propaganda, antes y ahora, pretende así dar relieve al hecho que interesa, en detrimento del respeto al acervo cultural. ¡Cuánta satisfacción, confieso, me proporciona pasear por localidades con calles que, a modo de orgulloso blasón, reflejan el nombre antiguo como aditamento a la denominación actual!
    En lugar de dedicar esfuerzos a la eliminación de hechos, personajes u oficios desaparecidos y, por ende, hasta trastocar aspectos prácticos y cotidianos, lo correcto debería ser colocar la nueva designación, la que en ese momento se busque o interese, en una nueva vía roturada y aún  innombrada. Ésa y no otra es la forma de seguir contribuyendo a la historiografía provinciana, al menos, y no intentar borrar las huellas del pasado; pero, mucho me temo que la cortedad de luces, inherente, con frecuencia, a la condición humana hace que esto sea como echar margaritas a los cerdos.
    Sin más, tras esta vomitona catártica, procedo a abrir la antedicha sección con la céntrica calle Sancha de Lara. La vía de este nombre, sólo para aquéllos que no lo sepan, es la que une la del Marqués de Larios con la de Molina Lario, paralela a las de Bolsa y Strachan; ello hace que estas tres calles (Sancha de Lara, Bolsa y Strachan), a menudo, sean objeto de confusión entre sí por buena parte de la población. En realidad, la que nos ocupa no es demasiado antigua, porque su trazado arranca a raíz del ordenamiento de la calle Larios en 1891; hasta entonces, un dédalo de calles tortuosas englobaba sus alrededores, con salida por la calle del Ancla, calles frecuentadas por la marinería debido a su proximidad al puerto. Hasta que no se produjo su nuevo trazado, formaba parte de lo que se denominaba entonces Siete Revueltas, nombre muy acorde al laberinto que conformaban sus callejuelas.
    No obstante, y como sucede frecuentemente, la denominación de la nueva calle tomó el de Sancha de Lara por la cercanía a la actual Plaza del Obispo, lugar éste último donde residía una señora con este nombre. Justo frente a la fachada principal de la Catedral en un inmueble de generosas dimensiones, hoy desaparecido, vivía Doña Sancha de Lara allá por el siglo XVII. Era esta dama persona notable y acomodada, que por única familia tenía un sobrino llamado Alonso Torres y Sandoval, al que tenía en gran estima. Dicho joven, por su atractivo y nivel social, constituía el clásico buen partido para las muchachas casaderas del lugar y del momento; razón por la que su presencia era obligada y requerida en todos los eventos sociales, teniendo por ello a todas las chiquillas tras él, y entre ellas, la misma hija del entonces alcalde de la ciudad, Pedro Olaverría. Éste último, según parece, no hubiera hecho ascos a tal relación, pero el caso es que el mencionado Alonso no sentía el más mínimo interés por ello, lo que daría pie al conflicto.
    El enfrentamiento no se hizo esperar, sucedió en una función teatral. Era costumbre de la época que, cuando el primer edil hacía entrada en el teatro, los asistentes, en un acto de deferencia y respeto, se levantaran de sus asientos, algo que Alonso Torres omitió visiblemente, causando así la cólera del alcalde, quien, espoleado por su esposa ante tal afrenta, mandó prenderlo y encausarlo por este hecho y, de resultas, fue ejecutado con el garrote vil.
    Tamaña soberbia y tropelía no habrían de quedar impunes. Así debió pensar Doña Sancha de Lara, quien, sin remediar en gastos, hasta el punto de endeudarse, movió Roma con Santiago y no dudó en acudir a la Corte e implorar al mismísimo rey Felipe IV que se hiciera justicia. Conocedor de tales hechos, el monarca tomó cartas en el asunto y personó un enviado real, el corregidor Álvaro de Luna y Mendoza, a esclarecer lo sucedido. El fallo fue contundente, siete personas fueron juzgadas y ahorcadas en la plaza mayor de Málaga o de las cuatro calles (hoy Plaza de la Constitución, anteriormente de José Antonio), el alcalde, los jueces y el verdugo. Por esta razón, Doña Sancha de Lara, viendo así cumplida satisfacción y venganza, mandó esculpir en la fachada de su vivienda un medallón con siete cabezas, que representaban las de los otros tantos ajusticiados, a modo de recuerdo, trofeo y advertencia. Algunos afirman que la plaza del Obispo llegó a tener por nombre el de dicha señora y se tienen noticias que en 1860 hubo de demolerse tal casa, dado que amenazaba ruina, y, a partir de entonces, nada más se sabe de su persona y hacienda. 
    Hay quienes opinan que la historia está contaminada por visos de leyenda; sin embargo, en mi humilde opinión, le concedo bastantes rasgos de verosimilitud. No en balde, hay demasiados datos y nombres concretos como para restarle crédito. En cualquier caso, fuera como fuere, años más tarde la Ciudad quiso que su recuerdo perdurara designando la actual calle con el nombre de una mujer de carácter, que no se doblegó ante la flagrante injusticia.



calle Sancha de Lara años 40






Pena de garrote vil



martes, 23 de abril de 2013

El gazpacho y el descubrimiento de América




    Se acerca el estío a toda prisa, y con él llegan, como todos los años, hábitos y costumbres de toda índole, conducentes la mayoría en pos del recreo y solaz de unos cuerpos constreñidos, hasta hace poco tiempo, por el frío y la lluvia, propias del invierno.Se avecinan cambios en nuestro atuendo y, como no podía ser menos, también en nuestras querencias gastronómicas. En este sentido, posiblemente haya pocas cosas, tan definitorias y tan felizmente incorporadas a la estación calurosa, como nuestro querido y popular gazpacho.
    Intentaré hablar brevemente de él, aun a sabiendas de que puede constituir un tema espinoso entrar en materia de sus orígenes, tipos y procedencias; sin embargo, creo no errar si, en general, lo asimilamos claramente a la dieta mediterránea, hoy tan propugnada y que goza de un alto predicamento.
    De antemano, diré que estoy totalmente en desacuerdo en que un término como el que nos ocupa se vea, a menudo, traducido al inexacto “tomato soup” o “cold vegetable soup”. El idioma inglés, tan poco dado a incorporar a su vocabulario términos foráneos, pretende darle la vuelta a todo y sintetizar en un par de palabras algo que tiene de por sí carta de naturaleza propia y todo un universo culinario en su interior. Del mismo modo que existe una aceptación generalizada por el sustantivo “goulash” (que, según parece, en húngaro quiere decir “boyero”, pastor de bueyes ), y en todas las cartas de restaurantes del mundo se refleja con ese nombre propio y a ninguna persona se le ocurre hacer una traducción a costa de los bueyes de nadie. En cualquier caso, es cierto que, hoy en día,  el gazpacho de raigambre local, regional o nacional ha traspasado fronteras.


   Esto no es gazpacho


    Retrocediendo en el tiempo, lo más parecido al gazpacho en la antigüedad, podría ser el “posca” romano, que acostumbraban a beber los legionarios como refresco, tratándose de una bebida austera a base de vinagre y agua, remojada, según algunos autores, con pan y aceite de oliva, parecido al “moretum”, plato tradicional de la Antigua Roma. Hay quien apunta un origen más remoto en los agricultores griegos  “kykeón”, e,incluso acerca de su etimología se refieren al verbo acadio “kasâpu”, que significa romper en trocitos para ser distribuidos.
    En el Diccionario etimológico de la lengua castellana se menciona que procede del término portugués “caspacho”, el cual a su vez deriva de la voz prerromana “caspa”, que significa fragmento, en clara alusión a que se hacía con cachos de pan; asimismo, el sufijo –acho parece mozárabe, extendido por la zona de Andalucía. Así pues, todo indica que los primigenios gazpachos llevaban solamente pan, vinagre, aceite, sal y con frecuencia ajos y a veces frutos secos molidos como la almendra, lo que, sin duda alguna, nos recuerda al ajoblanco, el primer proto-gazpacho andalusí. Merece la pena indicar que todos sus ingredientes halal (admitidos según las normas alimenticias musulmanas), se majaban en un mortero y eran servidos como una sopa.
    A nadie se le escapa que la receta no estaría completa hasta el descubrimiento de América. Sería el Nuevo Mundo quien aportase el tomate y el pimiento para aproximarnos a la receta que hoy conocemos y paladeamos. Sin embargo, llama la atención que nuestros antepasados no se diesen mucha prisa en incorporar tales elementos a la sopa original; y ello puede verse en el Diccionario de autoridades publicado entre los años 1726 y 1739, y que fue el primer diccionario de la lengua castellana editado por la Real Academia Española  donde se menciona y que, curiosamente, es la primera definición que incorpora el ajo en su receta:

     cierto género de sopa o menestra, que se hace regularmente con pan hecho pedazos, aceite, vinagre y ajos y otros ingredientes conforme el gusto de cada uno. Es comida regular de segadores y gente rústica”.

    Del mismo modo, todavía sin los ingredientes americanos, aparece en 1791 en “El arte de la Repostería” de Juan de la Mata o en el “Tesoro de la lengua castellana o española”, de Covarrubias. Una de dos, o la introducción  de los productos ultramarinos no fue tan rápida como pudiéramos creer (¿cabe pensar hoy en un mundo sin patatas?) o, simplemente, no había llegado el cocinero/gourmet tocado por la inspiración.
    Hasta el momento siempre nos hemos referido a una sopa fría, pero sería incorrecto no mencionar otros “gaspachos”  de pastores, oriundos de la Mancha, aderezados de otro modo con elementos más contundentes y al fuego. De hecho, hay quienes defienden esta autoría primigenia basados en romances del siglo XII, que posteriormente iría extendiéndose, cual mancha de aceite, por  Valencia, Alicante, Sierra Morena hasta llegar al sur. Sin ir más lejos, en el Quijote se describe a un Sancho Panza que menciona, al obtener la ínsula prometida, "más quiero hartarme de gazpachos, que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente, que me mata de hambre". ¿Podía estar Cervantes pensando más en un gazpacho manchego que en uno andaluz? Es lo más probable.

    Si hacemos caso a una historia que circula, parece ser que fue la consorte de Napoleón III, Eugenia de Montijo, natural de Granada, la mayor impulsora de la marca “gazpacho” allende nuestras fronteras; ella fue la responsable de llevar la receta a Francia, y , a partir de ahí, muchos ilustres viajeros ingleses y franceses que visitaron nuestro suelo patrio describen al gazpacho en sus escritos. Tal es el caso del británico William George Clark en su libro: “Gazpacho: or, summer months in Spain” , donde menciona el gazpacho blanco. Del mismo modo, sabemos que hasta el siglo XIX no se añade al mismo el tomate, gracias a la descripción que hace del plato Théophile Gautier en su viaje por España en 1840:

    "Se echa agua en una sopera; a esta agua se le añade un chorro de vinagre, unas cabezas de ajo, cebollas cortadas en cuatro partes, unas rajas de pepino, algunos trozos de pimiento, una pizca de sal, y se corta pan que se deja empapar en esta agradable mezcla, y se sirve frío".

     Se tiene conocimiento, que era habitual en las cuadrillas de jornaleros del campo la figura del gazpachero, persona encargada de la prepración de dicha colación en una labor de picado y majado de los ingredientes, tarea que actualmente viene facilitada por útiles de cocina, que hubieran agradecido de manera extraordinaria.
    Finalmente, se me perdonará, en aras de no alargar esto demasiado,  y    que
haciendo un poco de patria, me ciña a las variedades más cercanas a nosotros.
En Málaga existen las variedades de gazpachos blancos como el antes mencionado ajoblanco (popular igualmente en Granada y similar al gazpacho blanco cordobés), elaborado con almendras y ajos, decorado con uvas moscatel cuando se sirve. Aunque en Málaga existen otras variantes blancas como puede ser el gazpacho tostado,  el zoque es similar al gazpacho primigenio que se acompaña al servir con pan tostado, el gazpachuelo, la porra fría (majado similar a la mahonesa) la porra caliente y la porra antequerana un plato similar al salmorejo cordobés (aunque más espeso), que es costumbre servir con huevo duro y jamón serrano. Existen, por supuesto, en Málaga gazpachos rojos, variedad que, en definitiva, es la más conocida y difundida por toda nuestra geografía nacional para delicias de quienes deseen tomar un plato entrante, ligero en su apariencia, fresco en paladar y de gran aporte vitamínico, sin olvidar que no repercute gravosamente al bolsillo. Al decir de los puristas, su punto perfecto es que se pueda beber, pero deshaciéndose en la boca. Sin embargo, lo verdaderamente importante, como siempre, es que las vituallas que se empleen han de ser de la mejor calidad, pues como reza un refrán popular:  “con mal vinagre y peor aceite, buen gazpacho no puede hacerse”.



En chino también es gazpacho



Con su guarnición