Y para aquéllos que el título de este blog no les sugiera nada, diré que la esquina que conformaba los antiguos Almacenes El Águila (actualmente ocupada por la sucursal de una entidad bancaria) tuvo nombre y carta de naturaleza propia en el argot cofrade y semanasantero malagueño. Aún hoy, los itinerarios de muchas de nuestras hermandades incluyen ese ángulo de casi 90º situado entre las calles de Méndez Núñez y Granada y sigue siendo un interesante enclave para observar las maniobras que realizan los tronos.


martes, 23 de abril de 2013

El gazpacho y el descubrimiento de América




    Se acerca el estío a toda prisa, y con él llegan, como todos los años, hábitos y costumbres de toda índole, conducentes la mayoría en pos del recreo y solaz de unos cuerpos constreñidos, hasta hace poco tiempo, por el frío y la lluvia, propias del invierno.Se avecinan cambios en nuestro atuendo y, como no podía ser menos, también en nuestras querencias gastronómicas. En este sentido, posiblemente haya pocas cosas, tan definitorias y tan felizmente incorporadas a la estación calurosa, como nuestro querido y popular gazpacho.
    Intentaré hablar brevemente de él, aun a sabiendas de que puede constituir un tema espinoso entrar en materia de sus orígenes, tipos y procedencias; sin embargo, creo no errar si, en general, lo asimilamos claramente a la dieta mediterránea, hoy tan propugnada y que goza de un alto predicamento.
    De antemano, diré que estoy totalmente en desacuerdo en que un término como el que nos ocupa se vea, a menudo, traducido al inexacto “tomato soup” o “cold vegetable soup”. El idioma inglés, tan poco dado a incorporar a su vocabulario términos foráneos, pretende darle la vuelta a todo y sintetizar en un par de palabras algo que tiene de por sí carta de naturaleza propia y todo un universo culinario en su interior. Del mismo modo que existe una aceptación generalizada por el sustantivo “goulash” (que, según parece, en húngaro quiere decir “boyero”, pastor de bueyes ), y en todas las cartas de restaurantes del mundo se refleja con ese nombre propio y a ninguna persona se le ocurre hacer una traducción a costa de los bueyes de nadie. En cualquier caso, es cierto que, hoy en día,  el gazpacho de raigambre local, regional o nacional ha traspasado fronteras.


   Esto no es gazpacho


    Retrocediendo en el tiempo, lo más parecido al gazpacho en la antigüedad, podría ser el “posca” romano, que acostumbraban a beber los legionarios como refresco, tratándose de una bebida austera a base de vinagre y agua, remojada, según algunos autores, con pan y aceite de oliva, parecido al “moretum”, plato tradicional de la Antigua Roma. Hay quien apunta un origen más remoto en los agricultores griegos  “kykeón”, e,incluso acerca de su etimología se refieren al verbo acadio “kasâpu”, que significa romper en trocitos para ser distribuidos.
    En el Diccionario etimológico de la lengua castellana se menciona que procede del término portugués “caspacho”, el cual a su vez deriva de la voz prerromana “caspa”, que significa fragmento, en clara alusión a que se hacía con cachos de pan; asimismo, el sufijo –acho parece mozárabe, extendido por la zona de Andalucía. Así pues, todo indica que los primigenios gazpachos llevaban solamente pan, vinagre, aceite, sal y con frecuencia ajos y a veces frutos secos molidos como la almendra, lo que, sin duda alguna, nos recuerda al ajoblanco, el primer proto-gazpacho andalusí. Merece la pena indicar que todos sus ingredientes halal (admitidos según las normas alimenticias musulmanas), se majaban en un mortero y eran servidos como una sopa.
    A nadie se le escapa que la receta no estaría completa hasta el descubrimiento de América. Sería el Nuevo Mundo quien aportase el tomate y el pimiento para aproximarnos a la receta que hoy conocemos y paladeamos. Sin embargo, llama la atención que nuestros antepasados no se diesen mucha prisa en incorporar tales elementos a la sopa original; y ello puede verse en el Diccionario de autoridades publicado entre los años 1726 y 1739, y que fue el primer diccionario de la lengua castellana editado por la Real Academia Española  donde se menciona y que, curiosamente, es la primera definición que incorpora el ajo en su receta:

     cierto género de sopa o menestra, que se hace regularmente con pan hecho pedazos, aceite, vinagre y ajos y otros ingredientes conforme el gusto de cada uno. Es comida regular de segadores y gente rústica”.

    Del mismo modo, todavía sin los ingredientes americanos, aparece en 1791 en “El arte de la Repostería” de Juan de la Mata o en el “Tesoro de la lengua castellana o española”, de Covarrubias. Una de dos, o la introducción  de los productos ultramarinos no fue tan rápida como pudiéramos creer (¿cabe pensar hoy en un mundo sin patatas?) o, simplemente, no había llegado el cocinero/gourmet tocado por la inspiración.
    Hasta el momento siempre nos hemos referido a una sopa fría, pero sería incorrecto no mencionar otros “gaspachos”  de pastores, oriundos de la Mancha, aderezados de otro modo con elementos más contundentes y al fuego. De hecho, hay quienes defienden esta autoría primigenia basados en romances del siglo XII, que posteriormente iría extendiéndose, cual mancha de aceite, por  Valencia, Alicante, Sierra Morena hasta llegar al sur. Sin ir más lejos, en el Quijote se describe a un Sancho Panza que menciona, al obtener la ínsula prometida, "más quiero hartarme de gazpachos, que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente, que me mata de hambre". ¿Podía estar Cervantes pensando más en un gazpacho manchego que en uno andaluz? Es lo más probable.

    Si hacemos caso a una historia que circula, parece ser que fue la consorte de Napoleón III, Eugenia de Montijo, natural de Granada, la mayor impulsora de la marca “gazpacho” allende nuestras fronteras; ella fue la responsable de llevar la receta a Francia, y , a partir de ahí, muchos ilustres viajeros ingleses y franceses que visitaron nuestro suelo patrio describen al gazpacho en sus escritos. Tal es el caso del británico William George Clark en su libro: “Gazpacho: or, summer months in Spain” , donde menciona el gazpacho blanco. Del mismo modo, sabemos que hasta el siglo XIX no se añade al mismo el tomate, gracias a la descripción que hace del plato Théophile Gautier en su viaje por España en 1840:

    "Se echa agua en una sopera; a esta agua se le añade un chorro de vinagre, unas cabezas de ajo, cebollas cortadas en cuatro partes, unas rajas de pepino, algunos trozos de pimiento, una pizca de sal, y se corta pan que se deja empapar en esta agradable mezcla, y se sirve frío".

     Se tiene conocimiento, que era habitual en las cuadrillas de jornaleros del campo la figura del gazpachero, persona encargada de la prepración de dicha colación en una labor de picado y majado de los ingredientes, tarea que actualmente viene facilitada por útiles de cocina, que hubieran agradecido de manera extraordinaria.
    Finalmente, se me perdonará, en aras de no alargar esto demasiado,  y    que
haciendo un poco de patria, me ciña a las variedades más cercanas a nosotros.
En Málaga existen las variedades de gazpachos blancos como el antes mencionado ajoblanco (popular igualmente en Granada y similar al gazpacho blanco cordobés), elaborado con almendras y ajos, decorado con uvas moscatel cuando se sirve. Aunque en Málaga existen otras variantes blancas como puede ser el gazpacho tostado,  el zoque es similar al gazpacho primigenio que se acompaña al servir con pan tostado, el gazpachuelo, la porra fría (majado similar a la mahonesa) la porra caliente y la porra antequerana un plato similar al salmorejo cordobés (aunque más espeso), que es costumbre servir con huevo duro y jamón serrano. Existen, por supuesto, en Málaga gazpachos rojos, variedad que, en definitiva, es la más conocida y difundida por toda nuestra geografía nacional para delicias de quienes deseen tomar un plato entrante, ligero en su apariencia, fresco en paladar y de gran aporte vitamínico, sin olvidar que no repercute gravosamente al bolsillo. Al decir de los puristas, su punto perfecto es que se pueda beber, pero deshaciéndose en la boca. Sin embargo, lo verdaderamente importante, como siempre, es que las vituallas que se empleen han de ser de la mejor calidad, pues como reza un refrán popular:  “con mal vinagre y peor aceite, buen gazpacho no puede hacerse”.



En chino también es gazpacho



Con su guarnición




viernes, 19 de abril de 2013

C-3

   No. Decididamente, y en contra de lo que pudiera pensarse a primera vista, no pretendo referirme a un conocido modelo de marca de automóvil; ni tan siquiera, se trata de un incompleto movimiento ajedrecístico, nada más lejos. Sin embargo,  esta letra y este número encierran, a modo de mensaje críptico, un fragmento de la historia relativamente reciente de nuestra ciudad.  Algunos
de los que leen estas líneas posiblemente ya vislumbren a qué me refiero.
   Efectivamente, el misterio no es otro que el objeto que se halla sumergido a 70 metros de profundidad  y a unas cuatro millas al SE de nuestra inconfundible farola de Málaga. Se trata de un submarino de 73 metros de eslora y 6,3 metros de manga de la denominada entonces clase C. A modo de breve semblanza, diremos que se inició su construcción en los astilleros de Cartagena el 5 de mayo de 1924; su botadura fue el 20 de febrero de 1929 y fue asignado al Alto Mando Naval el 4 de mayo de 1929.
   ¿Qué circunstancias concurrieron para que este artefacto submarino de 1000 toneladas de desplazamiento, que hubiera hecho las delicias de Peral y de Monturiol, acabase funestamente en el lecho marino?
   Corría el año 1936, los albores de nuestra malhadada Guerra Civil. Por aquél entonces, doce sumergibles en activo constituían la flota de submarinos de la República ( aunque ese número pronto quedaría reducido a diez tras el hundimiento del B-5 y el B-6). El C-3 era uno de ellos, y todos ellos tenían como objetivo común localizar, interceptar y hundir al Acorazado "España" y al Crucero "Almirante Cervera", barcos en poder de los sublevados.
   El 15 de agosto, al C-3 se le ordena trasladarse al Cantábrico, pero el submarino sufre una avería frente a las costas de Portugal, que le obliga a volver a Cartagena. Una vez reparado, el 23 se halla de nuevo en Málaga dispuesto a partir hacia el Norte. Durante las semanas siguientes patrulla por el Cantábrico, y, sin realizar ninguna acción de guerra, el 2 de octubre con una importante avería que le produce la pérdida de un motor diesel, recibe la orden de dirigirse a Tánger, y , finalmente, de nuevo a la base de Cartagena.
   Aún sin reparar, el C-3 zarpa el 10 de diciembre con destino a Málaga, no sin antes detenerse brevemente en Almería al objeto de desembarcar una piezas defectuosas, pasando la noche del 11 al 12 de diciembre sumergido a la entrada de nuestro puerto. Por la mañana recibe la orden de permanecer de patrulla sin entrar en él.
   A las 14:00 del 12 de diciembre de 1936, el submarino navega en superficie a escasas cuatro millas al SE de la farola. Considero conveniente que a partir de aquí sean los informes oficiales los que reflejen lo acontecido...."el turno de comida ha acabado y los marineros Isidoro de la Orden Ibáñez y Asensio Lidón salen a la cubierta de popa para arrojar por la borda los desperdicios.En la torreta o vela se encuentra el comandante Antonio Arbona Pastor acompañado del capitán de la Marina Mercante, D. Agustín García Viñas, adscrito a la Armada como oficial de derrota del submarino. Cerca del C-3 se encuentra el guardacostas "Xauen" relevando a la lancha I-4 de la Tabacalera en sus labores de vigilancia. En las inmediaciones faenan los pesqueros "Joven Antonio" y "Joven Amalia" pescando boquerón.
   A las 14:19 el C-3 se estremece de forma violenta; una llamarada y una densa nube de humo blanco acompaña a este hecho. De forma casi instantánea, el submarino se hunde dejando a flote tan sólo al capitán García Viñas y a los marineros de la Orden y Lidón, que luchan por no ser arrastrados al fondo. El hundimiento es tan rápido que ningún hombre de los 37 que permanecen en el interior logra salir.
   En la superficie, una mancha de fuel marca el lugar donde se produce la tragedia. La nube blanca se disipa y tres hombres se debaten en el agua. Poco tiempo después serán rescatados por uno de los pesqueros que faenan en la zona y trasladados al buque hospital "Ártabro", fondeado en el puerto de Málaga".
   Esos son los hechos. Las causas son harina de otro costal, porque parecen existir distintas versiones. Según el informe del propio Jefe de la Flotilla de Submarinos, Remigio Verdia Joli, la tragedia la había causado una explosión interna: " Considero debe descartarse por completo la idea de que el buque fuera torpedeado por las siguientes razones: 1º No se observó la columna de agua de 60 u 80 metros como la que produce un torpedo.2º No se puede demostrar que la explosión fuera grande porque, entonces, todos los testigos de dentro y fuera del submarino la hubieran claramente percibido.3º Ninguno de los que estaban en el puente vieron estela ni periscopio.4º Ninguno de los pescadores de las proximidades lo vieron tampoco.5º Sobre las cabezas de los naúfragos no cayeron restos de la explosión".
   Sin embargo, a la explosión fortuita interna hay que sumar otras especulaciones tales como un torpedo disparado por el submarino alemán U-34 (Operación Úrsula) , que pudo no explotar, pero sí abrir una vía de agua, que ocasionó el hundimiento del C-3 o la de un sabotaje interno. En cualquier caso, fuera lo que fuera, lo único cierto es que el submarino yace a 70 metros de profundidad y con él reposan los restos de 37 marinos españoles.
    Hoy en día todo indica que, efectivamente, el C-3 fue hundido por el antedicho submarino U-34, mandado por el Käpitanleutnant Harald Grosse, acción por la que fue condecorado con la "Goldenes Spanienkreuz" (Cruz Española de Oro)." El U-34 buceaba a hurtadillas por Málaga mientras el C-3 reposaba en superficie ajeno a todo. Lo alemanes dispararon, celebraron su masacre y huyeron de su rapiña secreta por España cruzando el Estrecho. Para Nochebuena ya estaban en su base. Días después, se interceptó un comunicado del comandante nazi que se jactaba de haber hundido un submarino español frente a Málaga. O sea, Alemania en guerra contra España sin haberla declarado". Estaríamos, pues, posiblemente ante la primera acción del ejército nazi contra el entonces Gobierno legítimo español, meses antes del bombardeo de Guernica.
Muchos años después, los familiares de la víctimas solicitaron a Federico Trillo, a la sazón Ministro de Defensa, que elevara una demanda a Alemania por daños y perjuicios en virtud del acto de piratería cometido, habida cuenta " que el Tratado de París de 1907 establece que no se puede actuar en territorio de un país contra el que no se está en guerra, y además, afirma que el hecho no prescribe". Algo es seguro, que el asunto no llegó a buen puerto.
¡Líbreme Dios, de enarbolar la tan traída y llevada memoria histórica, que tantas heridas reabre! Amigo soy del estudio y conocimiento de la historia, grande y pequeña, porque ello, entre otras cosas, podría evitarnos tropezar con la misma piedra (es verdad, tenéis razón, no es siempre la misma), pero de ahí a que tengamos que reabrir forzosamente dolorosos procesos inacabables en el tiempo retrógrado, va un abismo.
Lo que sí es cierto es que si Málaga en 1900 ayudó a los naúfragos de la fragata alemana "Gneisenau" y, gracias a ese gesto, Alemania regaló el famoso "Puente de los alemanes" a la ciudad en 1907, tres décadas más tarde la historia iba a jugar en nuestra contra; tampoco hoy, sinceramente, creo que la Sra. Merkel esté por hacer una gracia.
Permitidme un último dato curioso, amén de espeluznante, extraído del diario ABC, "muy propio" de la nación inventora del submarino:
"La crisis no perdona ni siquiera a la Armada, que ha visto reducido el número de sus submarinos operativos a dos, lo que supone una disminución de hasta la mitad de la flota. Concretamente, esta situación se ha producido después de que una de las unidades, el «Siroco», fuera dada de baja el pasado junio y de que el presupuesto del año próximo no contemple la gran revisión a la que se deberá someter dentro de poco el «Tramontana» (con un coste de 30 millones de euros).
De esta manera, España permanecerá sólo con dos submarinos disponibles (el «Galerna» y el «Tramontana», con una media de 27 años de edad) a la espera de que se incorpore la nueva flota que está siendo construida por «Navantia», un programa de más de 2.000 millones de euros. La Armada espera que el primero de los nuevos sumergibles esté operativo en 2016, el mismo año que tendrá que darse de baja uno de los dos submarinos de la actual flota, el «Galerna». El tiempo apremia.
La situación actual del Arma Submarina contrasta con la de los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, cuando la Armada llegó a contar con ocho submarinos: los cuatro de la serie 70 y los de la anterior serie S-60, que se dieron de baja entre 2003 y 2006. Y, además, no parece que vaya a ir a mejor, pues
Un retraso en los pagos podría dejar a la flota con sólo un submarino
De hecho, es posible que, si la entrega no se realiza a tiempo, la flota de sumergibles quede reducida durante algún tiempo a una única unidad. Si se produjesen retrasos en la entrega del S-81, dada la complejidad de la construcción, que lo llevaran más allá de 2016 las Fuerzas Armadas se quedarían con un sólo submarino operativo"
ABC 20/10/2012


























miércoles, 17 de abril de 2013

El pozo Airón

   Posiblemente se trate del vestigio histórico más antiguo de Málaga, salvedad hecha de los célebres dólmenes de la vega antequerana.  Me refiero concretamente al pozo que se encuentra en el castillo de Gibralfaro, que domina como un vigía nuestra Ciudad.



Año 1920

   De todos es sabido, que, para toda fortaleza o castillo que se preciara, era indispensable, o cuando menos conveniente, la presencia de fuente, manantial o pozo que permitiera acceder a la población al recurso del agua; de manera especial, en situaciones de asedio o rigores caniculares. Pues bien, como digo, Gibralfaro no constituye la excepción, dado que posee un profundo pozo de 36 metros, que servía como receptáculo del importante elemento vital. Según los entendidos en la materia, el pozo en cuestión es de la época griego-fenicia. Así pues, nos encontramos ante uno de los elementos originales más antiguos de la fortaleza, posiblemente coetáneo del faro o luminaria que todos apuntan que debió presidir la colina y que, en definitiva, dió nombre a la misma, Jebl-Faruk.
   Hace ya muchos años, escuché de boca de una persona muy mayor entonces y muy castiza en su habla una expresión que me sorprendió : ..".este niño es el pozo airón". Deduje que se refería a que el infante tenía un pozo sin fondo por estómago; pero el término airón me sorprendió por desconocerlo. Hoy, finalmente, se ha constituído para mí en mayúscula.
  Si consultamos en el diccionario de la RAE el sustantivo pozo encontraremos que, asociado al nombre propio Airón, significa: Pozo o sima de gran profundidad. Coloquialmente, lugar donde si algo se pierde, desaparece sin que haya esperanza de recobrarlo, o se olvida.
   ¿Qué era, o mejor dicho, quién era Airón? Buscando en el Espasa de nuestra era informática, hallé la respuesta. Airón fue un dios indígena, posiblemente de origen céltico, que estaba arraigado en nuestra Hispania prerromana. Curiosamente, el culto a este dios fue respetado por los romanos y se vincula con aguas profundas (ubicadas en pozos y lagunas) y también con simas, existiendo una relación directa entre Airón y el inframundo.
Continuando con la búsqueda, averiguo que todos los topónimos conocidos como "pozo Airón", ya se refieran a pozos, lagunas, simas, cascadas, ríos, fuentes o parajes, tienen relación directa con este dios cuya antigüedad probablemente se remonte al neolítico; si bien, es verdad que el término puede aparecer a menudo disfrazado en otros nombres: pozairón, pozo Hirón, pozirón, pozo Lirón, etc.
   Merece la pena citar textualmente al respecto un comentario del profesor y erudito D. Alberto J. Lorrio: ..." existe un ara de piedra calcárea dedicada al deus Aironis, en las proximidades del manantial llamado Fuente Redonda, localizado al oriente de la localidad conquense de Uclés, que ha permitido documentar el culto en época altoimperial a una divinidad indígena de carácter acuático y salutífero, posiblemente celtibérica de acuerdo con su etimología, relacionada con el nacimiento de un manantial, a la que se daría culto en la fuentes."



Ara de Uclés destinada al dios Airón 

   Así pues, y con todos estos elementos, no cabe duda de que Málaga, y concretamente su castillo, que a lo largo de la historia ha desempeñado un importante papel de atalaya defensiva, tiene su propio pozo Airón, integrando uno de los 101 topónimos semejantes hallados en España, a los que se han de añadir 6 en Francia, 8 en Portugal, 1 en Italia, 1 en el País de Gales, 1 en Méjico y otro en Brasil. Tal es así, que en Wikipedia podemos encontrar un interesante mapa que refleja dicho topónimo en nuestro suelo patrio.



Mapa topónimo Airón



                                               Interior castillo Gibralfaro



Vistas desde Gibralfaro
   

martes, 16 de abril de 2013

Eva al desnudo o consideraciones previas a la teoría evolutiva


   Dice el brindis legionario: ¡Ah, cuán borracha era!  Ser o estar. To be or not to be. Curiosa correspondencia de dos situaciones verbales tan distintas y tan próximas a la vez. Ser borracha o estar borracha.

   Sin coña, amigos. ¿Realmente era borracha nuestra madre Eva? Y si lo era ¿porqué? Quizás se trate de una calumnia sexista. ¿No decimos, en primer lugar, que bebió nuestro padre Adán? ¿No era él también un borracho? ¿O es que ella no aguantaba los vapores etílicos como su partenaire?

   Si se dio y/o se dieron a la bebida ¿fue antes o después de la jodida expulsión del Edén? Cabe suponer que si bebían (mejor ciñámonos solo a ella) antes del hecho en cuestión podía ser por muchas razones. Pensemos en algunas: aburrimiento, como estimulante de apetitos carnales, porque se sintiera maltratada por Adán o, sencillamente, era proclive a dicha adicción, o sea que le gustara el vinate.

   No obstante, yo me inclino a creer que reparó en el líquido infernal, que se cría entre matas, después del soberano rapapolvo divino. A partir de ahí empiezan los problemas, sus problemas, los nuestros. Hasta entonces vivían felices y comían perdices y lo perdieron todo por probar una frutita.

   A cambio encontraron otras cosas. La primera de ellas, la vergüenza; antes, pues, eran unos sirvengüenzas. Ahora la conocen y reconocen sus vergüenzas; o sea, que se ven en bolas como el Creador los trajo al mundo. Ese bien podría ser, unido a la sensible y total pérdida de la sociedad del bienestar que disfrutaban ¿a qué me suena eso?, repito ése podría ser el punto de arranque de la afición alcohólica de Eva. Digo de Eva, porque posiblemente bebiera secretamente, mientras su hombre se iba de vinos con Caín que ya apuntaba maneras. ¡ Y claro, para más inri, Eva no tenía ni la opción del adulterio! Y encima ocuparse de nuevas tareas sin electrodomésticos.

   Pero esas son otras cuestiones. Volvamos al día D y la hora H, la de la expulsión del Paraíso. Es fácil imaginar que, perdiendo lo que perdieron, cayeran en depresión, tras echarse las culpas mutuamente. ¡ Y aquí aparece el fruto de la vid y sus renombrados enólogos posteriores, con Noé en lugar privilegiado. ¿Acaso Caín no pudo enarbolar la quijada de burro contra su hermano con un 0,8 de tasa de alcoholemia? Continuemos, sintieron vergüenza y se taparon.

   Primera pregunta. ¿Con qué se taparon nuestros primeros padres tras comer el fruto del Árbol de la Ciencia y sentir por vez primera vergüenza de su desnudez?

   Segunda pregunta, atención. ¿Cuál era ese fruto prohibido?

   Tercera pregunta, que en realidad es consecuencia de lo que respondamos a las dos anteriores. ¿El árbol con cuyas hojas se taparon era, por tanto, el mismo árbol cuyo fruto comieron...u otro que crecía por allí cerca?

   Creo que, de buenas a primeras, todos nosotros responderíamos lo mismo: que se taparon con hojas de parra y que lo que comieron era una manzana; ante la tercera pregunta quizá nos quedaríamos un poco pensativos... Lo lógico es que, como el sentimiento de pudor surgió en el momento mismo de morder el fruto, Adán y Eva se taparan con lo que tenían más a mano, ¿no?, con lo primero que pillaron. Pero claro, entonces se taparon con hojas de manzano. ¿Y se puede tapar uno -tapar bien tapado- con hojas de manzano?

   Para solucionar este dilema lo suyo es consultar el Génesis, capítulo tres. Y ahí está la sorpresa, que en el Génesis no se dice nada, ni una palabra, sobre cuál era el "fruto prohibido", pero sí se dice explícitamente que se taparon con...¡hojas de higuera! (estupendas, por su buen tamaño, para tapar lo que se quiera). Así pues, ¿de dónde hemos sacado nosotros eso de la manzana de Eva y eso de que se taparon con hojas de parra? No de la Biblia, desde luego. Lo hemos sacado de las imágenes, no de los textos. De las imágenes que, desde el Renacimiento en adelante, nos han ido acostumbrado a una determinada iconografía ( y el hecho de que no estuviera sustentada en las Escrituras era lo de menos, porque tampoco las contrariaba en lo sustancial: fuera una manzana fuera un kiwi, lo grave era habérselo comido).

   Y así, entre manzanos del norte, higueras del sur, y parras aquí y allá, las combinaciones posibles resultaron numerosas y curiosísimas. Un resumen de ellas:

   Detalles del díptico de Durero en el Prado, del grabado de Durero en Frankfurt y del cuadro de Baldung Grieg en Budapest.

   Adán y Eva se tapan con hojas de manzano y el fruto es una manzana. La opción más nórdica. Coherente, pero sin relación con el Génesis. Es el cuadro de Durero en el Museo del Prado, por ejemplo.

  Los dos se tapan con hojas de parra, pero el fruto es una manzana. Incoherente y sin relación con el Génesis. Es el cuadro de H. Memling, algunos de los de Cranach, el grabado de Durero, etc.

   Adán se tapa con una hoja de parra (que casi parece una hiedra), pero Eva lo hace con un ramito de manzano. Y comen una manzana. El cuadro de Baldung Grieg, en Budapest.

   Los dos se tapan con hojas de higuera, pero comen una manzana. De hecho, hay dos árboles: higuera y manzano, claro está. Es la opción de Tiziano, diplomático él, copiada más tarde por Rubens (las dos en Madrid).

   No se tapa nadie y lo que comen son higos. Fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina (y no vale decir que estaban a punto de comerlo: en la escena contigua ya lo han mordido, así que si están en cueros es porque el pintor lo quiso.

   Conclusión. El fruto prohibido era un higo, el árbol de la Ciencia una higuera, pero los pintores renacentistas del norte no tenían la más remota idea de cómo era este árbol ni su fruta. Los taparrabos estaban hechos con hojas de higuera, como dice el Génesis. En los manuales de iconografía se nos dice que los primeros exegetas de la Biblia siempre hablaron del higo-fruta prohibida, y en las representaciones más antiguas tampoco hay duda. Adán y Eva desoyeron las órdenes de Yahvé -no probaréis el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal- se comieron el higo, y fueron inmediatamente expulsados del Edén. Y nosotros con ellos. La pregunta que queda en el aire, para terminar, es si empezó ahí la mala prensa de la higuera. Una higuera estéril fue maldita por Jesús de Nazaret. De una higuera se colgó Judas, por lo visto...

   Y sin embargo, la higuera fue durante siglos la fuente principal de azúcar- junto con la miel- de todos los pueblos del Mediterráneo. Inseparable de la vid y del olivo, que conocieron mejor suerte, hoy la higuera hace las veces de pariente pobre. ¿Por qué, si los higos son tan ricos?...

   Decididamente, si Eva era borracha pudo ser porque a menudo se quedaba a solas con la tentación de su higo. De la serpiente hablaremos otro día. 





Tiziano



                                                      Lucas Cranach



Miguel Ángel



viernes, 12 de abril de 2013

La penca y sus biznagas


   Eran inseparables y llevaban tan sólo unos días en la ciudad. Eran ellas dos, pequeñas y menudas, pelo intensamente negro y de un liso cual reclamo publicitario. Sus dos pares de ojos delataban inequívocamente su procedencia. Recuerdo que alguien, en un arrebato de curiosidad, preguntó al verlas: ¿son japonesas, verdad?,a lo que otro, con actitud muy sobrada, respondió: ¡No, son orientales! No pude por menos que esbozar una sonrisa, que aún hoy cuento como anécdota.




   Pues sí, eran japonesas y del mismísimo Kyoto. El objeto de su viaje no era otro que el aprender español, aunque yo, más bien diría perfeccionarlo, porque ya quisiera para mí tener las mismas nociones de japonés que las dos chicas de nuestro idioma. El caso es que recalaron en esta Málaga nuestra, y mi amigo y un servidor, por circunstancias que no vienen al caso, nos ofrecimos gentil y desinteresadamente a servirles de cicerone durante su estancia, que, en principio, estimaban de tres meses ¡y es que el país del sol naciente no está a la vuelta de la esquina!
   Aunque el conocimiento de las niponas sobre nuestros usos y costumbres no era desdeñable, esos ojos rasgados no cesaban ni un solo minuto de sorprenderse y, a menudo, adquirían forma de plato ante elementos, dichos y actitudes propiamente nuestras. La verdad es que quedamos repetidas veces y sólo al tercer o cuarto encuentro, Carlos, mi amigo, empezó a distinguirlas; yo confieso que necesité más tiempo para distinguir  a Hisa de Ayako y viceversa, dado su tremendo parecido. Para más inri (palabra que fue convenientemente explicada) parecían disfrutar vistiendo de modo muy semejante, lo que dificultaba aún más el reconocimiento por nuestra parte. Indefectiblemente, en ellas el término clonación parecía hacerse realidad. A primera vista, cualquiera diría que eran más que hermanas, sin embargo eran sencilla y llanamente amigas, eso sí, con caracteres bien distintos, pieza clave para su identificación. La una, Hisa, extrovertida, locuaz y más divertida. Supimos que su nombre significaba “duradero”. Por el contrario, Ayako era más reservada, observadora y seria, como clara alusión a su nombre “niña erudita”. ¡Estos japoneses siempre tan obedientes a sus dictados!
   En lo que estaban claramente de acuerdo eran sus intereses. Habían elegido el destino de Málaga por varias razones archisabidas: clima, ubicación y carácter hospitalario, a la vez que cosmopolita; pero había dos elementos que le atraían sobremanera: Picasso y el flamenco. Y de todo ello, como bien pudimos y supimos, intentamos ilustrarlas con las obligadas visitas de tipo cultural y ¡ cómo no! folclórico. Mientras que la una era capaz, sin vergüenza ni miedo escénico,  de arrancarse con una rumba, la otra todo lo apuntaba en su inseparable bloc de notas, interesándose por todo de una forma algo más fría y distante, si cabe.

                                          
   Siempre recordaré una noche en un local, que frecuentamos varias veces donde la guitarra, el cante y la manzanilla estaban garantizados. Al poco de estar allí, hizo aparición un biznaguero, era la primera vez que lo veían, aunque ya les habíamos hablado someramente de dicho personaje. No fue su atavío lo que les llamó la atención, sino lo que venía ofreciendo. Antes de que me hubiese dado tiempo a levantarme, Carlos ya estaba de vuelta con dos hermosas y fragantes biznagas para obsequiar a nuestras invitadas. Tras hacerse las consabidas fotos con tan peculiar y malagueñísimo sujeto, vino el tercer grado al que nos sometió “la niña erudita”. ¿Qué era una penca?¿por qué no se pinchaba? Y así un sinfín de preguntas. Entretanto, su amiga, observando su alrededor, ni corta ni perezosa, se las apañó para prender la biznaga en su pelo, como si lo hubiera hecho toda su vida. Bueno, a decir verdad, fue ayudada un poco por mi amigo. Por su parte, Ayako observaba con escrupuloso detenimiento el obsequio; hube de explicarle, a sus requerimientos, el origen del nombre: Amni Visnaga, un humilde cardo, (confieso que me había documentado al respecto, es lo menos que uno puede hacer), cardo que, sabiamente, aderezado con flores de jazmín y presentado de una forma tan original, es capaz de rivalizar con los mejores perfumes. Mi oyente atendía con tanta delectación, que del jazmín pasé al nardo, sin olvidar la flor de azahar, fragancias todas que proliferan de modo sublime y único en nuestros atardeceres. Ella, a su vez, tímidamente me hizo partícipe de la importancia que a tales elementos de jardín y vergel le daban sus paisanos, algo que yo no ignoraba, pero ya que la muchacha se había arrancado a hablar no era cosa de cortar su exposición.


   Así transcurrían las tardes con distintos objetivos y lentamente mi amigo y yo observábamos divertidos la gran capacidad de mimetismo y ganas de saber que nos proporcionaban Hisa y Ayako, no sin experimentar cierto deje local su castellano, ahora más suelto y rico.
   El período previamente fijado se cumplió. Llegó finalmente el día de la despedida con sus besos, abrazos y agradecimientos mutuos. Consiguieron, tras risas y lágrimas, nuestro compromiso de ir a visitarlas algún día, que ellas también querían corresponder a nuestra amabilidad y atenciones, en fin, lo normal en estos casos. Lo que ya no fue tan normal es que doce meses después Carlos me dijera que en un mes partía para Japón para verlas. Hoy me ha llamado por teléfono para comunicarme que el jazmín ha florecido ya en Kyoto y que Hisa y él se casarán pronto. Al final tendré que ir ¡con lo lejos que queda Japón! 


Grandes Almacenes “El Águila”


 


 (Antiguamente situados en la esquina confluyente entre las calles de Granada y Méndez Núñez en Málaga capital)

Cubos, barreños y un sinfín de objetos de plástico, que hoy diríamos de PVC (acrónimo de policloruro de vinilo), amén de los tradicionales lebrillos de barro y también damajuanas de honda raigambre. Todo ello y muchos más elementos de uso doméstico cotidiano yacían apilados, con orden pero sin concierto, a la entrada de dichos almacenes, destacando, en un lugar de excepción, las primeras fregonas de la marca pionera Rodex, mítico invento de patente netamente española (como tantos otros) para alivio de rodillas, espalda y cintura del ama de casa.

 

   
 Así rezaba el eslogan y los potenciales beneficios de tal artilugio:

“El hombre que nos puso en pie.. y que erradicaría las enfermedades que afectaban a las rodillas, las manos y la columna vertebral de las profesionales de la limpieza”.  Ésa, pues, era la primera visión que el transeúnte obtenía de aquella singular esquina, y así también la recuerdo yo.
Los objetos estaban sencillamente sujetos por sencillas lazadas de cuerda o ganchos al efecto y la carta de colores disponible limitábase a los primarios, muy alejada de la actual sinfonía cromática a la que hoy están acostumbrados nuestros ojos.
Tras franquear ese particular propileos de útiles, donde también el zinc y la hojalata hacían acto de presencia, el visitante accedía a un local cuyas dimensiones hoy nos resultarían exiguas para catalogarlo, según anunciaba la publicidad del momento, como “Grandes Almacenes”. Baste echar un vistazo a dicho reclamo para imaginar los citados artículos que allí se expendían. Pocos objetos superfluos y muchos del uso de la época; para las damas, una gran proliferación de medias, que no pantis, con las omnipresentes ligas, fajas higiénicas (¿acaso las había que no lo eran?), combinaciones y sostenes prestos a realzar las curvas imperantes del momento y bustos seguidores de Norma Jean y barbarellianos  de la Fonda.







 Paralelamente, calcetines y corbatas para los caballeros, aditamentos, éstos últimos, imprescindibles para señores de bien y, con el consabido elástico, para niños y cadetes. Asimismo, los sombreros ocupaban un lugar preeminente para aquellos que deseaban ir tocados con el mejor gusto y elegancia.    




Hoy, sin duda, nos llamaría la atención la forma y manera en que ése, no muy amplio, maremágnum de objetos estaban tarifados; no solían estar marcados de modo unitario, sino que, al estar agrupados, un sencillo y manufacturado cartel indicaba, sin ambages, su precio en pesetas, reales y perrillas. Harían falta muchos movimientos terrestres de traslación para que los códigos de barras y los elementos disuasorios del hurto se asomaran a nuestras vidas.
¡Qué decir de los solícitos y pulcros dependientes, en su mayoría, varones, que eran quienes, casi en exclusividad, aportaban  el salario a los hogares! Salvo excepciones, ellos atendían y entendían a una clientela básicamente femenina, indefectiblemente rodeada de infantes, que eran, a diferencia de hoy, severamente regañados a la menor. Volviendo a los dependientes, diré que nunca faltaba aquél que, a sus dotes de vendedor, sumaba una especial delicadeza y afectación en sus formas y maneras, tildado comúnmente de “mariquita, sarasa o de la piompa”. En muchos casos, este personaje era el encargado de lo que podríamos llamar la sección de mercería y lencería y gozaba de gran aceptación entre las clientas. De manera especial, cuando se trataba de pedir consejo sobre estilos, modas y calidades imperantes en el París de la France ; sabía dar con la clave para resaltar el ego de la posible compradora y poco importaba si era “tocón” a la hora de los frunces, talles y probaturas, pues era recibido con gracia, tolerancia y aquiescencia. Por supuesto, nunca faltaron comentarios a favor y en contra de su masculinidad, aunque muchos consideraban que sus modales afectados eran sencilla y llanamente fingidos en pro del negocio y, sobre todo, del siempre deseado (y entonces más) derecho a roce.
Terminaré, sin más, teniendo un pequeño recuerdo para las cajas registradoras del momento. Ni el concepto analógico ni digital estaban presentes en ellas, su ruido era escuetamente mecánico, quizá adobado por un remate final a modo de campanilla, que daba por concluida la operación de sumar los artículos adquiridos, tras mucho repensar, y procedía a abrir el cajón dispuesto a engullir numerario contante y sonante. ¿Tarjetas? Sólo las de visita, si acaso. El invento maligno o bienhadado del dinero de plástico seguiría, por mucho tiempo, aún en el limbo.